Más de diez años padecí de violencia psicológica y a veces física. Insultos, denigraciones, desprecios y desamor. Hasta que descubrí que mi victimario tenía una doble vida. Por casualidad, como siempre se descubren estas cosas. Y allí comenzó la furia: golpes de puño, palizas, gritos, amenazas que aguanté por cuatro meses. Hasta que una buena amiga me alertó: "Cristina, andate de ahí, hay muchas mujeres muertas". Entonces lo hice, escapé con lo puesto, y me fui a la casa de otra amiga. Al tiempo hice la denuncia en Lavalle al 1200. Veinticuatro horas esperando para ser examinada por un conjunto de "expertos", como si fuera una criminal. Después al juzgado, y más tarde a la UFI. Y nada más. Todo quedó ahí.
Las instituciones, sobre todo el Poder Judicial, no están preparados para hacerse cargo de este tipo de problemas. La mentalidad de jueces, secretarios y hasta empleados es del siglo XVII. Y a pesar de la movida espectacular de Ni Una Menos, las cosas no cambian. ¡Las víctimas, padeciendo; y los victimarios, bien, gracias!
Por el momento contaré hasta aquí, porque esto sigue y alcanza a rozar altas esferas. Tengan paciencia. Si les cuento es para animarlas, mujeres que me lean, para que sepan que soy una de ustedes.
Cristina Marziani
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